Hace cinco años, en esta misma sala, cuando decidimos por primera vez dirigir nuestra búsqueda del conocimiento al más alto nivel, hicimos un pacto.

Miró al círculo de caras alrededor de ella, consiguiendo un asentimiento de cabeza de cada miembro. No había sido necesario recordarles lo que el pacto había sido. Todos eran gente educada y racional. De hecho, esa misma racionalidad era lo que había llevado al pacto.

Durante más de una década ellos habían buscado el secreto que desvelaría los misterios arcanos del ocultismo. Tenía que existir. Innumerables textos antiguos detallaban hechizos y rituales que no podían ser todas obras de mera fantasía. Eran demasiado penetrantes, procedente de todas las edades, todas las civilizaciones, todos los rincones del mundo y, sin embargo, en muchos sentidos, tan similares.

Habían estado cerca varias veces. Incluso lograron con éxito magia menor. Pero ¿qué tan bueno era un hechizo que hacia levitar un lápiz una pulgada? Lo que ellos buscaban era magia verdadera, la capacidad de controlar plenamente objetos inanimados, los elementos, el comportamiento humano, todo lo que esos libros antiguos prometían.

Durante mucho tiempo había una cosa que se habían negado a hacer. Un ingrediente que no recogían, uno de muchos de los más oscuros, lo que los más oscuros tomos pedían. Incluso si esa fuera la clave, encontrarían otra manera.

Cuando finalmente aceptaron que su progreso se había estancado, que no podían ir más lejos sin ayuda, se acordó un sacrificio humano, para reafirmarse a sí mismos que esta no era la respuesta.

Para ser capaz de decir "hicimos todo lo que podíamos hacer" tenían que seguir la práctica más a menudo prescripta. No sólo sacrificio humano, sino el sacrificio de un niño.

En primer lugar, sin embargo, habían necesitado protegerse entre sí mismos. Todos ellos debían estar de acuerdo que esto era necesario. Todos ellos debían participar. Si tenía éxito, debían aceptar que se repetiría y participarían durante el tiempo que el grupo se mantuviese intacto. Cualquier persona que se negara o cambiara de parecer perdería su vida.

Duro, sí. Pero claro. Compartir la responsabilidad significaba compartir la culpa. Ese era el muro de hierro que salvaguardaria su secreto.

Y ahora ellos no necesitaban saber por qué estaban siendo reiterados. Solo tenían que mirar alrededor del círculo y ver quién faltaba.

Murray no se había recuperado de su crisis. Durante un tiempo, había parecido estar bien. Pero él no había tomado su parte de la ceniza. Una semana después, había llegado tarde a una reunión. Perdido una segunda. Se alejó del grupo social. Encontrado excusas, hecho disculpas. Las vacaciones en que habían insistido ellos sólo había hecho empeorar las cosas, como si esto le hubiese dado tiempo para aclarar sus dudas.

"Don ha venido a mí con noticias preocupantes," dijo ella.

Don asintió con la cabeza, su rostro denotando gravedad. "Murray ha pedido un cambio de trabajo. Fuera del estado."

Un murmullo de alarma.

"Él no me lo dijo directamente," Don continuó, "pero cuando pasé por su casa para hablar con él la semana pasada, vi las tarjetas de agente de bienes raíces en su mesa, y le escuchó en una llamada a la oficina de su empresa de Rhode Island. "

"No deberíamos...?" Brian tragó, mientras su garganta se tornó demasiado seca para continuar. "¿No deberíamos esperar y ver cómo juega, en caso de que cambie de opinión?"

Ella sintió una punzada de fastidio, pero se recordó a sí misma que esta era la primera vez que se ponía a prueba su pacto. Todavía eran seres civilizados, capaces de considerar todas las opciones y permitir la posibilidad de misericordia. Así que ella asintió con la cabeza a Tina, cediendo la palabra a la psicóloga.

Tina negó con la cabeza. "La única manera de cambiar su mente seria recordarle el pacto. Amenazarlo."

Brian arrastrando los pies, claramente incómodo con la opción. Como debía ser, ellos no eran unos matones.

"E incluso si recurriésemos a amenazas, teniendo en cuenta la personalidad de Murray, pretendería aceptar, pero por dentro aún más decidido a abandonar el grupo. Cubriría sus huellas mejor, así no podríamos encontrarle. Si es acorralado será más probable que nos traicione.

Ella dejó las palabras de Tina instalarse en la sala. Esperó a que todo el mundo absorbiera la idea. Darles la oportunidad de cuestionarlo. Entonces, cuando nadie lo hizo, dijo, lenta y cuidadosamente, "¿Estamos de acuerdo?"

Ellos lo estaban.





Murray llegó a la reunión siguiente, y habían hecho lo que necesitaba hacerse. Ahora los demás se habían ido y su cadáver yacía en la camilla. Ella y Don se desharían de él. No había necesidad de involucrar a todo el grupo en ese proceso-y más seguro si no lo hacían. Tomar parte en el asesinato, sí. ¿Saber dónde encontrar el cuerpo? No

Don estaba examinando el cuerpo desnudo de Murray como si fuera nada más que un cadáver de la escuela de medicina.

"Es mucho más grande que el adolescente," reflexionó. "Sugeriría la eliminación de las extremidades y la cabeza y disponer de ellas como lo hicimos con el niño, en bolsas de basura."

Ella estuvo de acuerdo.

Él miro de sus herramientas al pequeño horno, luego hacia ella.

"Tirar los residuos no, no queremos," ella dijo. "Los demás no lo necesitan saber. Esta será una excelente manera de llevar a cabo una prueba a ciegas de la eficacia de material adulto."

Él asintió con la cabeza y levantó su bisturí.

FIN DEL CAPITULO